domingo, 24 de julio de 2011

Cuentos completos – Flannery O’Connor

Ni un relato había leído de Flannery O’Connor antes de meterme entre pecho y espalda estas ochocientas páginas de literatura de la buena. Mucho hay que decir sobre esta mujer, nacida en el sur de los Estados Unidos y marcada por una enfermedad hereditaria que la consumió muy joven, dejando tras de sí una treintena de relatos y dos novelas. Esos relatos están compendiados en esta edición de Lumen, aunque las traducciones estén repescadas de varios lugares y, por tanto, el tono común que debería imperar a lo largo de las historias se pierda un poco.
Porque el tono de Flannery O’Connor es tan rico y personal que se hace difícil comentar sus relatos sin hacer mención de ello. Su estilo bebe de la riqueza oral de su tierra natal, de Georgia, de los estados del sur que tanto marcaron a Faulkner o a McCullers; una prosa marcada por la jerga intraducible (que en castellano siempre acaba por convertirse en un abominable remedo de andaluz) de los habitantes de unas regiones desoladas geográfica y moralmente, después de muchos años de perder una guerra que les arrebató su orgullo. En los cuentos de la norteamericana los personajes hablan; hablan mucho, aunque no siempre se entiendan, y ese rasgo es fundamental para entrar en la atmósfera que la escritora teje. Tal vez sea éste uno de esos casos en los que la traducción priva de un elemento importante (para familiarizarse con la historia, para vivirla plenamente) al lector.
El diálogo es importante por otro motivo. Los caracteres de los relatos de O’Connor son muy complejos (en tanto ella sabía retratar con precisión los dobleces del alma), pero su expresión es, en muchas ocasiones, simple. El observador leerá entre líneas, sacará conclusiones, pero el personaje se expresa con una llaneza propia de la gente sencilla: la gente que puebla casi toda la producción breve de la autora. Otro acierto más, puesto que para el lector es fácil identificarse con estos seres desamparados, contradictorios, que suscitan una empatía extraña (entre repulsiva y familiar) merced a su cercanía oral.
Esa identificación es sencilla de sentir, pero resulta desasosegante una vez experimentada. Muchos de los personajes de Flannery O’Connor ostentan rasgos que provocan un efecto de atracción, o de comprensión, pero sus personalidades son, en buena parte de los casos, oscuras y caóticas; no tanto por malvadas (como el Desequilibrado de ‘Un hombre bueno es difícil de encontrar’, uno de sus relatos más conocidos) cuanto por torturadas. Así, Manley Pointer, el protagonista de ‘La buena gente del campo’, podría pasar por una perfecta encarnación de la perversidad si no fuera porque su conducta es —considerada in extremis— una salida instintiva a la vida que tiene, a las circunstancias que le rigen. Ruby, en ‘Un golpe de buena suerte’, subvierte la natural felicidad de la maternidad y la transforma en miedo, en dolor y en sufrimiento.
Así mismo, la idea de la salvación (habitual en los narradores sureños) se refleja también en algunos personajes de estos relatos; sin embargo, es retorcida por O’Connor hasta el punto de lograr que la gracia sea tan particular como el personaje mismo. Esa redención puede ser la simple vuelta a su hogar que anhela el viejo Dudley en ‘El geranio’, el orgullo de la genealogía para Mark Fortune en ‘Una vista del bosque’ o el enfrentamiento directo con el mal para Calhoun y Mary Elizabeth en ‘Partridge en fiestas’. La salvación en las historias de Flannery O’Connor no es sencilla, ni sigue unas pautas establecidas (sean cristianas o no), sino que se ajusta a la condición de sus protagonistas, que normalmente la consideran necesaria, pero no están seguros de cómo lograrla.
A veces, esa virtud puede verse reflejada en la inteligencia; la inteligencia reglada, adquirida mediante estudio y esfuerzo. Sin embargo, la autora parece considerar en todos los cuentos que la sabiduría verdadera se encuentra en lo sencillo, en lo puro. No es que sea una idea original el confrontar el saber escolar con el natural, pero O’Connor va un poco más allá y plantea la posibilidad de que, en cierto sentido, la sabiduría de la gente iletrada sea un modo de alcanzar una visión especial —más puro, o certero—, mientras que el estudio y la formación tradicional sólo enturbien la realidad y priven de un conocimiento profundo de la propia alma. Esto ocurre de manera explícita en ‘El barbero’, un tronchante cuento que enfrenta a Rayber, un engreído profesor, con su peluquero, que le vence en su discusión sobre el candidato a votar en las siguientes elecciones. Y es que, como dice el barbero: «Las grandes palabras no le sirven de na a nadie. Lo qu’hay qu’hacer es pensar».
También se puede observar algo similar en ‘Las dulzuras del hogar’, otro relato estupendo y en el que se encuentra también otra característica de las historias de la autora estadounidense: la crudeza de las relaciones familiares. Porque para O’Connor los lazos que unen a las personas son frágiles y, la mayor parte de las veces, casi más fruto del azar que del sentimiento. Por eso el viejo Dudley, o Tanner en ‘El día del Juicio Final’, se encuentran encerrados por sus hijas en pisos de la ciudad; o Asbury enjuicia las creencias de su madre en ‘El escalofrío interminable’; o el hijo de Sheppard descubre que su padre profesa más amor a un delincuente que a él mismo en ‘Los lisiados serán los primeros’. La lista es larga, desde luego.
Y muchas otras cosas se quedan en el tintero, si es que pueden reseñarse en unas líneas. La escritura de Flannery O’Connor está llena de recovecos, de escondites en los que se ocultan muchos sentimientos, muchas verdades. Y están ahí, en los libros, esperando a que las descubramos…

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Algo Cambio: Cool hunters

FENOMENOS URBANOS: UN "OFICIO" QUE VIENE DEL EXTERIOR Y AHORA CRECE EN BUENOS AIRES.
Cool hunters, los jóvenes que andan por la Ciudad cazando tendencias

Trabajan para agencias de publicidad o en empresas de productos de consumo masivo. Y recorren las calles detectando comportamientos. Con esos datos se puede definir una campaña o nuevos negocios.

Cámara digital en mano, anotador y birome, una analista de tendencias urbanas registra sus movimientos y concluye. "Hay una vuelta a la naturaleza, con productos que apelan a los sentidos y alimentos funcionales que benefician a la salud. Comer rico, sano y rápido es lo que se busca", define la Licenciada Mariela Mociulsky, psicóloga con estudios de posgrado en investigación de mercado al frente del Área de Tendencias de la consultora CCR. Una de sus tareas: cazar modas urbanas.

Con el radar alerta, los cool hunters —cazadores de tendencias— se multiplican por la Ciudad rastreando hábitos de consumo y estados de ánimo en plazas, bares, recitales, tiendas de diseño, peloteros y canchas de fútbol. Relevan información valiosa: con estas percepciones, las empresas elaboran campañas publicitarias y definen pautas de consumo, entre otras cosas.

El término aún suena novedoso en Buenos Aires, aunque en Europa y Estados Unidos se escucha fuerte desde hace tiempo. Según Richard Welch, analista de tendencias culturales y director general
de Crystal —una empresa que recopila la información de 35 ciudades del mundo a través de 180 cool hunters—, Buenos Aires está en la categoría A, que incluye a "los lugares más influyentes de acuerdo
a su producción de tendencia o cultura global". Comparte el podio junto a Berlín, Nueva York, Tokio y Londres. Le siguen, en la categoría B, Caracas, Miami y Roma. Y en la Cse ubica, entre otras, Punta del Este.

Jueves por la tarde, Galería Ruth Benzacar, Florida al 1000. Bianca Monti y María Lucila D'Amico recorren la muestra de fotos de Marcos López. Se detienen frente a una mujer carnicera, con su
delantal enchastrado de sangre y un cuchillo en la mano. "Las barreras entre lo femenino y lo
masculino se están corriendo, la tendencia es que se abre el juego, que las mujeres también pueden estar en el lugar de los hombres", ensayan, con sus 21 años.

Estudian publicidad en la Escuela Superior de Creativos Publicitarios, que este año estrenó una
alianza con CCR para realizar 25 pasantías. "Queremos formar un equipo de jóvenes que pueda
salir a pescar los códigos de la Ciudad y que le puedan dar sentido a lo que ven", señala Mociulsky. "Para mí es natural analizar y procesar la información. Ojalá se convierta en un oficio", sueña D'Amico, jeans de tiro bajo, zapatillas de marca, remeras superpuestas. En "La Escuelita", así se la conoce entre los publicitarios, la matrícula aumentó un 17% en 2005. "El descubrimiento, la anticipación y el análisis
de tendencias tendrán un espacio exclusivo a partir de 2006 en materias específicas", apunta Adriana Amante, la directora.

La formación de estos recolectores de usos y costumbres también es materia de estudio en la Universidad de Palermo. "En mi cátedra de Diseño de Indumentaria, establecemos sistemas de relevamiento donde los alumnos investigan tribus urbanas consolidadas, emergentes y latentes para luego armar su propia colección", explica Gustavo Lento.

Nestlé, Fargo, Coca-Cola, Sprite, Nobleza Piccardo, Lucky Strike, MTV y Levi's, entre otras, contratan los servicios de los cool hunter. ¿De dónde sale el nombre? Lo creó la revista New Yorker en 1997 para describir el trabajo de Dee Dee Gordon, la pionera en esta especialización, que cruzaba todos los datos obtenidos y los volcaba en su agencia de tendencias Look-Look. Aunque cool en inglés significa "calma", refiere a una expresión cultural ligada a la raza negra como forma de autoexpresión.

¿En qué se traducen estas manifestaciones callejeras? "Se inspira diseño, contenidos de publicidades o consumos culturales, desarrollo de nuevos productos y mayor acercamiento a los segmentos a los que se dirigen las empresas, que cada vez están más interesadas en tener una guía de la sociedad argentina para accionar programas de responsabilidad social. Por eso no nos quedamos sólo en el retrato de los segmentos con poder adquisitivo. Estamos iniciando un curso de cool hunters para poblaciones de bajos recursos", apunta Mociulsky (ver recuadro).

La agencia de publicidad Young & Rubicam suele apelar a estos informes para armar su propia base
de datos y "utilizarla para todas las cuentas", comenta Clarisa Caraballo, supervisora del Departamento de Marketing. Los escenarios porteños que marcan tendencia, como lanzamientos, eventos, desfiles y muestras de arte también son observados por el equipo de periodistas, sociólogos, diseñadores y músicos que reportan para la agencia Ogilvy. "El espíritu es recorrer circuitos tradicionales y no tradicionales", dice Mariana Bricchetto, directora de Planning Argentina.

Una de las pioneras que rastrea tendencias en las calles porteñas es Kiwi Sainz. Entre sus últimas pesquisas, detectó para una marca de helados "la importancia que tenía para los chicos parar en el quiosco, como un mundo de socialización". La caída del consumo de alcohol en Capital, luego de la ley seca, la moda de las bebidas energizantes en los boliches y hasta la actitud de los alumnos del Buenos Aires y el Pellegrini también es materia de estudio de estos analistas.

Jueves por la noche. Otra vez Florida. Bares, shopping, espectáculos en la calle. Las antenas de las cool se orientan hacia una perfumería que promociona la última fragancia de Valentino con una modelo seidesnuda soplando plumas rojas dentro de la vidriera. Concentrada en su baile sensual, quizá nunca se entere de que se convertirá en la musa inspiradora de una nueva forma de comunicar productos, ideas, conceptos....CAMBIOS