George Sand, seudónimo de Amandine-Aurore-Lucille Dupin, baronesa Dudevant (París, 1 de julio de 1804 - Nohant, 8 de junio de 1876). Escritora francesa.
Dejadme escapar de la mentirosa y criminal ilusi�n de la felicidad! Dadme trabajo, cansancio, dolor y entusiasmo.
Luego de abandonar a su esposo, Aurore comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas, aunque continuaba vistiéndose con prendas femeninas en reuniones sociales. Este "disfraz" masculino le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer de su condición social. Esta era una práctica excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las clases altas, eran de una gran importancia. Como consecuencia, ella perdió una parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en una baronesa.
Legendaria por sus cigarillos y escandalosa vestimenta masculina estuvo relacionada románticamente con Alfred de Musset durante el verano de 1833; después de la tormentosa relación en Venecia Musset posteriormente le dedicaría un libro: Confesión de un hijo del siglo. También entabló relación con el compositor Frédéric Chopin a quien encontró en París en 1831. Dentro de su círculo de amistades se encontraban el compositor Franz Liszt, el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine así como Victor Hugo, Honoré de Balzac, Julio Verne y Gustave Flaubert.
Retrato de Eugène Delacroix
En Mallorca, donde aún puede visitarse el monasterio Cartujo de Valldemosa, Sand pasó el invierno de 1838 con sus hijos y Chopin. Este viaje fue luego descrito en su libro Un invierno en Mallorca (Un hiver à Majorque), publicado en 1855.
Se educó con su abuela paterna en la propiedad de Nohant. Contrajo matrimonio con el barón Casimir Dudevant (1822), de quien tuvo dos hijos y de quien se separó en 1830. En 1831 se instaló en París.
Fue amante del novelista J. Sandeau, con quien escribió, bajo el seudónimo común de Jules Sand, la novela Rose y Blanche (1831). En 1832, ya con el seudónimo de George Sand, publicó Indiana y Valentine y al año siguiente obtuvo un gran éxito con la novela Lélia.
Tras la ruptura con Sandeau, inició sus relaciones con A. de Musset (1833-1834). A este período corresponden sus novelas Jacques (1834), André (1835) y Mauprat (1837). De regreso a Nohant, Michel de Bourges le hizo interesarse por la política; trató a Liszt y a Lamennais y se hizo discípula entusiasta del socialista P. Leroux. En 1838 inició su larga relación con Chopin, uno de cuyos episodios es la estancia en la cartuja de Valldemosa (1838-1839), que la escritora evoca en Un invierno en Mallorca (1842). A esta época, marcada por sus ideales sociales y humanitarios, pertenecen sus novelas Spiridion (1839), El «compagnon» de la vuelta a Francia (1841) -la primera novela francesa que tiene por protagonista a un obrero-, Horace (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845) y El pecado de Monsieur Antoine (1846).
Al producirse la revolución de 1848, acudió a París y participó de forma activa en los acontecimientos; sin embargo, tras imponerse la reacción del mes de junio, regresó a Nohant, donde residió casi de forma permanente hasta su muerte y desde donde protegió a escritores jóvenes, como G. Flaubert. Completó una serie de novelas sobre la vida campesina, que había iniciado con El pantano del diablo (1846): François le Champi (1848), La pequeña Fadette (1849) y Los maestros campaneros (1853). Ya en el umbral de su vejez publicó una serie de relatos idílicos: Los apuestos caballeros de Bois-Doré (1857), El marqués de Villemer (1861), Mademoiselle La Quintinie (1863) y Laura (1864).
Es autora también de libros de memorias (Historia de mi vida, 1855; Ensueños y recuerdos, 1871-1872; Impresiones y recuerdos, 1873-1876), y tras su muerte se publicaron su copiosa correspondencia y su Diario íntimo (1926).
En 1832, ya con el seudónimo de George Sand, publicó Indiana y Valentine y al año siguiente obtuvo un gran éxito con la novela Lélia. Tras la ruptura con Sandeau, inició sus relaciones con A. de Musset (1833-1834). A este período corresponden sus novelas Jacques (1834), André (1835) y Mauprat (1837). De regreso a Nohant, Michel de Bourges le hizo interesarse por la política; trató a Liszt y a Lamennais y se hizo discípula entusiasta del socialista P. Leroux.
En 1838 inició su larga relación con Chopin, uno de cuyos episodios es la estancia en la cartuja de Valldemosa (1838-1839), que la escritora evoca en Un invierno en Mallorca (1842). A esta época, marcada por sus ideales sociales y humanitarios, pertenecen sus novelas Spiridion (1839), El «compagnon» de la vuelta a Francia (1841) -la primera novela francesa que tiene por protagonista a un obrero-, Horace (1842), Consuelo (1843), La condesa de Rudolstadt (1844), El molinero de Angibault (1845) y El pecado de Monsieur Antoine (1846).
y su obra
puesto que nada me place tanto como verte a ti feliz.
Nos equivocamos a menudo en el amor, a menudo herido, a menudo infeliz, pero soy yo quien vivi y no un ser ficticio, creado por mi orgullo.
La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma.
He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes,
con gustos opuestos.
El tiempo no duerme los grandes dolores, pero sí los adormece.
Hay amor propio en el amor como hay interés perso en la amistad.
Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado.
Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces se llora de alegría.
En la mujer, el orgullo es a menudo el móvil del amor.
La belleza exterior no es más que el encanto de un instante
Ay del hombre que quiere actuar sinceramente en el amor!
Amad. Es el único bien que hay en la vida
Dios, que muestras nuestras lágrimas a nuestro conocimiento, y que, en su inmutable serenidad, nos parece que no nos tiene en cuenta, ha puesto él mismo en nosotros esta facultad de sufrir para enseñarnos a no querer hacer sufrir a otros.
Dos cuerpos pueden juntarse para producir otro,
pero el pensamiento sólo puede dar vida al pensamiento.
El otoñoo es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.
El pensamiento es el corcel; la razón el jinete.
El que tiene buen corazón nunca es estúpido.
El recuerdo es el perfume del alma.
El tiempo no duerme los grandes dolores, pero s� los adormece.
Hay que juzgar los sentimientos por los actos, más que por las palabras.
He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes,
con gustos opuestos.
La inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón.
La mujer no existe. Sólo hay mujeres cuyos tipos varían al infinito.
La sociedad no debe exigir nada de aquel que no espera nada de ella.
La vida de un amigo, es la nuestra, como la verdadera vida de cada uno es la de todos.