Ser Rizomático
Ser Rizomático es iguala desplegar "rizo a rizo""raiz a raiz" la pontencialidad y la capacidad de crear, construir, compartir y transformar el mundo en un lugar gobernado por la libertad, la igualdad y la fraternidad sin fronteras para toda la humanidad
En el tabaco, en el café,
Poema: Los amigos
aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era
una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo.
Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario
misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba."
"En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferenciade mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas."
Presencia, 1938.
La otra orilla, 1945.
Los Reyes, 1949.
Bestiario, 1951.
Final del Juego, 1956.
Las armas secretas, 1959.
Los premios, 1960.
Historias de cronopios y de famas, 1962.
Rayuela, 1963.
La Autopista del Sur, 1964
Todos los fuegos el fuego, 1966.
La vuelta al día en ochenta mundos, 1967.
El perseguidor y otros cuentos, 1967
Buenos Aires, Buenos Aires, 1967
62/modelo para armar, 1968.
Casa tomada, 1969.
Último round, 1969.
Relatos, 1970.
Viaje alrededor de una mesa, 1970.
La isla a mediodía y otros relatos, 1971.
Pameos y meopas, 1971.
Prosa del observatorio, 1972.
Libro de Manuel, 1973.
La casilla de los Morelli, 1973.
Octaedro, 1974.
Fantomás contra los vampiros multinacionales, cómic, 1975.
Estrictamente no profesional, 1976.
Alguien que anda por ahí, 1977.
Territorios, 1979.
Un tal Lucas, 1979.
Queremos tanto a Glenda, 1980.
Deshoras, 1982.
Los autonautas de la cosmopista, 1982.
Nicaragua tan violentamente dulce, 1983.
Silvalandia (basado en ilustraciones de Julio Silva), 1984.
Salvo el crepúsculo, 1985.
Divertimento, 1986.
El Examen, 1986.
Diario de Andrés Fava, 1995.
Adiós Robinson y otras piezas breves, 1995.
"Carta a una señorita en Paris” “…me duele ingresar en un orden cerrado, constituido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará. Me es amargo entrar en un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración visible de su alma, aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés e inglés) allí los almohadones verdes, en este preciso sitio de la mesita el cenicero de cristal que parece el corte de una pompa de jabón, y siempre un perfume, un sonido, un crecer de plantas, una fotografía del amigo muerto, ritual con bandejas de té y tenacillas de azúcar… Ah, querida Andrée, qué difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que una mujer instaura en su liviana residencia.”( Pág.:19)
“…camino entredormido…dándome contra los muebles, loco de sueño” (Pág.30)