* Elisabeth Lukas se dirige no solamente a quienes por alguna causa psicofísica, puedan no encontrar sentido a sus vidas, sino también a quienes, al sufrir una crisis existencial, se enfrentan a la alternativa de ser arrastrados por un alud a una pendiente que todo lo destruye a su paso o descubrir que se enfrentan a una puerta que se abre hacia la espiritualidad encontrando un nuevo valle donde todo reflorece.
* Destaca la importancia de la lectura como una forma de poner en movimiento “algo en el interior de la mente anquilosada” proporcionando no sólo enseñanzas útiles, sino también, muchas veces, una promesa portadora de esperanza.
* Intuye que el “sentido último” de la vida puede consistir en el progreso hacia el amor, entendido como la aproximación a los valores imperecederos, caracterizando como principal valor humano al amor, el amor a sí mismo, hacia la familia, hacia los progenitores, amor a todos los “tu” con que deba alternar el “yo” en su vida, expresado a través de la tolerancia y la capacidad de perdonar y el amor a la naturaleza y a Dios.
Nos dice que al final de la vida no importará hasta donde se ha llegado, sino cuánto camino se ha recorrido en el progreso hacia el amor, partiendo de la premisa de que cada individuo tiene un punto de partida diferente.
* Elisabeth Lukas define el concepto de crisis, no como lo hacen los defensores de la teoría de los opuestos y complementarios, peligro – oportunidad, para quienes el uno es desviación del otro. Refutando esta teoría, conocida como la “teoría de los opuestos”, sostiene que la oportunidad prima sobre el peligro, en tanto el peligro desconoce la oportunidad.
Quien sepa que un camino es errado no lo conduce a la meta deseada, sin embargo, quien conoce el camino correcto, sabe de los caminos errados. El error es una desviación de la certeza, en tanto lo cierto no es una desviación del error, sino que prima sobre el error.
Quien reconoce la oportunidad también capta el peligro al que escapa al optar por ella, sin embargo, quien reconoce el peligro no por ello habrá captado la oportunidad de escapar de él.
* Elisabeth Lukas utiliza el relato bíblico de Caín y Abel para señalar la libertad que cada ser humano tiene para elegir.
Es posible ser y permanecer digno aunque se provenga de un hogar subvertido.
El grado de libertad concedido a Abel y a Caín les permitió a uno ser un pacífico pastor de ovejas y al otro ser un fratricida por propia elección y responsabilidad.
En palabras de Víctor Frankl, la libertad no es algo que “tengo” y puedo perder; no, “yo soy” la libertad, dice.
* Elisabeth Lukas refuta y tilda de fantasía a la creencia de que la infancia deja una impronta definitiva en la persona que la condiciona negativamente.
Para Víctor Frankl la libertad del individuo se desarrolla a partir de su contextura espiritual.
La situación psicofísica y la posición social no es lo decisivo en la posición en que se halla la persona; lo decisivo radica en la persona espiritual, en las actitudes personales que cada uno adopta frente a su contexto natural.
Cuando se trata de actitudes, siempre es posible el cambio de actitud.
Víctor Frankl deja de lado la pregunta del “por qué”, pues es el elemento detrás del cual se esconde el determinismo. Por el contrario al preguntarse QUÉ se revela de inmediato la causa real del sufrimiento, que se centra en las actitudes que toma la persona frente a las condiciones internas tanto como a las externas y así se descubre que la causa real radica en la persona.
Si el QUÉ de las aflicciones humanas se encuentra con la trascendencia, todos los “POR QUÉ” pierden su poder, nada de lo que nuestra fantasía pueda crear puede oponerse a la confianza más profunda y última.
* Para Elisasbeth Lukas la confianza en el sentido es la puerta hacia la libertad.
Empero no basta que se confíe en el sentido que lleva a los pequeños pasos en dirección a la meta deseada; con cada paso que se dé, se deberá producir la renuncia a las muletillas psíquicas que mitigan las contrariedades del momento, estados cambiantes del uno mismo, que postergan su acercamiento a la meta deseada.
* Luego, Elisabeth Lukas interpreta las estrofas de una canción de Gustav Lohmann que ruega a Dios:
Que no sea en vano mi paso por este mundo… es un ruego, dice, para que nos sea dado reconocer el orden de los valores insertos en lo que somos.
Si logramos reconocerlos en lo más íntimo de nuestros corazones, podremos dejar pasar lo que no es prioritario y dedicarnos a lo que es preciso para hacer frente a lo esencial.
Que no sea un castigo para mi prójimo… no es sólo un ruego para que nos sea dado reconocer el orden de los valores, sino para tener el coraje de comprometernos con ese orden, tomando conciencia del riesgo que implica y de nuestras limitaciones.
Que no esté atado a mi propio yo…rogamos que nos guíe por el puente que conduce al mundo, pues sobre el puente entre el yo y lo no individual, nos sentiremos fuertes para ser fieles a nosotros mismos, a nuestros seres queridos y a los cometidos asumidos o, en su defecto, tan fuertes que podremos pedir disculpas y perdonarnos mutuamente.
Que no esté ausente allí donde me necesitan… todos lo valores necesitan cuidado, tener la conciencia alerta, sea que se trate de los valores del “yo”, salud, movilidad, conocimiento etc. o de los valores del “tú”, vínculos, altruismo, sociabilidad, etc.
Que en nuestra rutina no se infiltren falsos valores, pues lo que se nos hace hábito, llegado el momento, demostrará si hemos estado espiritualmente presentes o ausentes.
* Elisabeth Lukas señala que hay desviaciones de la vida normal que ponen en tela de juicio el sentido de la vida, son momentos de inflexión fundamentales, que nos impulsan a buscar motivos genuinos para seguir viviendo y en caso de hallarlos, afirmar conscientemente la vida, a pesar de todo.
A saber:
Etapas particularmente fáciles de la vida en las que no nos falta casi nada, salvo una meta hacia la cual avanzar. Si todo da lo mismo, si todo tiene el mismo valor, la moral decrece y se instala el acto sin sentido; el 70 % de los suicidas ha vivido en condiciones externas favorables.
No obstante siempre existe el llamado a buscar un sentido en las cosas. Las recetas que hacen que las épocas exitosas y por desdicha seductoras, ofrezcan respuestas a la cuestión del sentido, que nos permitan seguir viviendo, son la modestia y la contención, la iniciativa propia y el amor al prójimo.
Etapas particularmente difíciles de la vida en las que debemos despedirnos de una persona amada o de la posibilidad de realizar valores de esencial importancia, sin los cuales la vida nos parece vacua.
Ante determinadas circunstancias de la vida, el sentido que se confiere al sufrimiento determina cuál opción se volverá realidad, si interpretamos que “el mundo se viene abajo”, como un alud en la pendiente que tolo lo arrastra a su paso, crecerá el peligro que sobrevenga un colapso psíquico. Si por el contrario, interpretamos el sufrimiento como una prueba y un cometido, crecerán las fuerzas para superarlo y renacer o resucitar psíquicamente.
Períodos conflictivos donde más que en cualquier otro caso, importa dar la respuesta adecuada.
Lo que hace falta es coraje para vencerse a sí mismo y, si es preciso, renunciar.
Es preciso tener coraje para salir indemne de los conflictos y también confianza en lo que nos revela el silencio, la quietud, pues en el silencio y la quietud captamos con nitidez las sutiles pulsaciones del corazón que nos señalan el camino de regreso a la vida.
* También nos habla Elisabeth Lukas de la “falla de la mirada retrospectiva”.
Es abrumadora la bibliografía que avala la tendencia a culpar a la educación de los padres por los propios defectos psíquicos generando una “memoria retrospectiva con ira”.
Una serie de teorías psicológicas y sistemáticas son el suelo nutritivo en que prosperan tales juicios.
En la década del 70 fue descrito, por primera vez, el fenómeno de la “falla de la mirada retrospectiva” según la cual los juicios y recuerdos pueden incurrir en errores constituyendo verdaderas trampas cognitivas.
En el transcurso de la vida aumenta el conocimiento de los resultados de los acontecimientos vividos anteriormente y toda nueva información es inmediatamente “recodificada” por el cerebro humano, cuyo acerbo de conocimiento se “actualiza” o sea se modifica, entonces la mirada retrospectiva sobre el pasado da un resultado erróneo y engañoso.
En realidad se trata de un recurso de primordial importancia, impuesto por nuestra propia naturaleza para nuestro bienestar atendiendo a una interpretación y juicio más reciente que acumular en la memoria lo negativo que sucedió hace tiempo.
Víctor Frankl nunca expuso a ningún individuo al riesgo de arrojar una mirada retrospectiva sobre su pasado alimentando una fantasía que, como hoy sabemos, es engañosa.
Habitualmente el diálogo terapéutico consiste en que el individuo arroje una mirada retrospectiva sobre su vida pasada.
Si el recuerdo está distorsionado por “la falla en la mirada retrospectiva” el conocimiento del terapeuta sobre el individuo, también será distorsionado.
Víctor Frankl cambió el punto de mira y, con ello, el “material de decodificación” haciendo ver en los graneros del pasado su vida más rica y realizada y lo contrasta con su dignidad de ser libre y espiritual para que encuentre su yo más valioso.
Esto no sólo ocurre a nivel consciente y emocional, sino también imperceptiblemente a nivel neuronal, lo cual le dará un tinte menos sombrío, en contraste a su sentimiento anterior.
Entonces la “mirada retrospectiva con ira”, es sustituida cognitivamente por una “mirada prospectiva con confianza”.
* Elisabeth Lukas nos habla de los test.
Ha pasado la época en que todo se sometía a tests. El enigma “persona” no se resuelve en su totalidad por medio de códigos.
Elisabeth Lukas ofrece una oportunidad para centrar nuestra atención en una prueba que llama “supertest”.
Se trata de lo siguiente: cuando estamos bajo una fuerte presión emocional, nos mostramos diferentes de cuando no lo estamos, entonces somos irreflexivos, descontrolados y desembozados, apareciendo nuestro “verdadero rostro” sin los maquillajes que impone la cosmética de nuestra socialización.
En esos momentos queda en evidencia de qué es capaz y a qué está dispuesto un ser humano y a qué no está dispuesto aun bajo máxima tensión, dejando al descubierto la ética de su corazón.
Se puede objetar que la fuerte tensión emocional puede distorsionar lo humano en una persona; en eso, precisamente, consiste el test, evaluar lo que bajo determinada carga, los sentimientos pueden hacer con una persona.
* Finalmente Elisabeth Lukas concluye su libro con palabras de Peter Wust sobre el poder de la oración.
“Las grandes cosas de la existencia sólo le son dadas a los seres que saben orar y la mejor manera de aprender a hacerlo es por medio del sufrimiento.”